La evolución del concepto de target

Target: la evolución del concepto

De  siempre se ha conocido el target como la suma de características que se cree que tiene el futuro consumidor de una marca, a quién dirigirse, hablarle, o a quién ofrecerle productos y servicios. En definitiva, alguien que hasta hoy era esencial para las marcas, así como para su proceso de construcción y gestión.

El target ofrece la información más valiosa para una marca: la suma de motivaciones, deseos y necesidades con las que se tiene que conectar (insights). Pero desde que el mundo se ha fusionado en canales, medios y plataformas, el concepto del target ha ido quedando en un segundo plano, ya que, cada vez más, a la hora de construir marcas, se dejan de necesitar targets para pasar a necesitar ‘actitudes’.

La importancia de las actitudes

El target, tal y como se conocía, ha dejado de funcionar porque actualmente las personas interactuamos con diferentes generaciones a la vez, accedemos a contenidos de manera plural y tenemos acceso a casi todo. También se buscan nuevas experiencias, sin importar la edad que se tenga.

Los perfiles sociodemográficos de toda la vida se han transformado en un conjunto de comportamientos, inquietudes y actitudes comunes de parte de la sociedad que reacciona a los mismos estímulos.

Centrarse en las actitudes de las personas frente a la vida, a una categoría o a un producto, hace que las marcas puedan disponer de una flexibilidad que antes no tenían y permite construir propuestas de valor mucho más directas, ya que el target y el insight (motivaciones) están más próximos y por lo tanto son más fáciles de relacionar.

Los elementos que ayudan a identificar un perfil actitudinal son varios: la filosofía de vida, los factores que despiertan interés y con quién se comparten las inquietudes.

En definitiva, vemos que es más interesante saber qué es lo que mueve a la gente, que quiénes son.